El ser docente es todo un arte. Pareciera que es una tarea muy fácil, sin embargo, los que estamos frente a un grupo de jóvenes con todo un potencial dentro, sabemos que no es así. Tenemos día tras día que ir implementando técnicas, métodos y estrategias que nos ayuden a mejorar nuestra práctica docente, que nos ayuden a facilitar el aprendizaje a nuestros alumnos, se requiere también de una verdadera vocación de servicio. Esto no se logra de la noche a la mañana. En nuestros inicios tuvimos que pasar por tantas experiencias, cometimos errores, hubo cosas que no nos funcionaron, la paciencia se nos agotaba, no teníamos seguridad ni control en el grupo. Es difícil creer que algún docente no haya pasado por esta situación. Yo he pasado por tantas que algunas ya se me olvidaron.
Los docentes tuvimos que haber decidido entre, hacernos nuestro trabajo fácil y placentero ó hacérnoslo desagradable; y aburrirnos y aburrir a nuestros alumnos. Yo he elegido pasármela bien disfrutando de ver cómo aprenden mis alumnos. Porque además, aprendemos todos, tanto los alumnos del profesor, como el profesor del alumno, el estudiante del estudiante y el profesor del compañero profesor. Todo aprendizaje es una oportunidad para sentirse con vida, joven, una oportunidad para no envejecer rápido. Yo me contagio de la energía y optimismo de mis estudiantes.
Este momento es el que nos motiva y nos hace reflexionar en lo valioso de nuestra labor. El escuchar a nuestros alumnos cuando expresa sus ideas, cuando toma decisiones, cuando argumenta utilizando lo aprendido y cuando concluye sus estudios y es contratado para algún trabajo, nos hace sentir que ha valido la pena el esfuerzo.
Así que debemos estar actualizados, siempre motivar al estudiante para que le encuentre sentido a lo que le presentamos, explicarles el por qué de cada aprendizaje , conducirlo a que él mismo vaya construyendo y descubriendo conocimientos en armonía con sus compañeros, hacer de la docencia una verdadera aventura.
Los docentes tuvimos que haber decidido entre, hacernos nuestro trabajo fácil y placentero ó hacérnoslo desagradable; y aburrirnos y aburrir a nuestros alumnos. Yo he elegido pasármela bien disfrutando de ver cómo aprenden mis alumnos. Porque además, aprendemos todos, tanto los alumnos del profesor, como el profesor del alumno, el estudiante del estudiante y el profesor del compañero profesor. Todo aprendizaje es una oportunidad para sentirse con vida, joven, una oportunidad para no envejecer rápido. Yo me contagio de la energía y optimismo de mis estudiantes.
Este momento es el que nos motiva y nos hace reflexionar en lo valioso de nuestra labor. El escuchar a nuestros alumnos cuando expresa sus ideas, cuando toma decisiones, cuando argumenta utilizando lo aprendido y cuando concluye sus estudios y es contratado para algún trabajo, nos hace sentir que ha valido la pena el esfuerzo.
Así que debemos estar actualizados, siempre motivar al estudiante para que le encuentre sentido a lo que le presentamos, explicarles el por qué de cada aprendizaje , conducirlo a que él mismo vaya construyendo y descubriendo conocimientos en armonía con sus compañeros, hacer de la docencia una verdadera aventura.
Araceli, nuestra aventura de ser maestros, es una oportunidad para hacer una mirada en retrospectiva e identificar los elementos que han contribuido para ir construyendo nuestra identidad, ser maestros.
ResponderEliminarSaludos
Ma. Eugenia Sánchez Minor
tutora del grupo 212